Pedales y Hambruna

Londres estaba cansada. Cansada de los bombardeos , cansada de las muertes, cansada de ver cadáveres volviendo a sus puertos. Londres estaba, en general, cansada de la guerra.

Corría el inicio de un agosto sombrío de un año, 1945, igualmente oscuro. Peter debía ir cada día en busca de dinero, comida, ropa, agua o cualquier cosa que pudiese vender por una de las anteriores. Usaba una vieja bicicleta oxidada para moverse por la ciudad en busca de algún sustento. Esa bicicleta, heredada de su difunto padre, había sido reparada en tantas ocasiones que bien podría ser objeto de la mítica paradoja de Teseo y, a ojos de Peter, había recorrido millas suficientes como para cruzar Inglaterra dos veces. Sin embargo, ni la vejez ni las reparaciones que había sufrido esa anciana bicicleta impedían que fuese de gran ayuda en aquellos paseos en busca de víveres. Más de una vez había tenido que pedalear hasta Whitechapel a por unos míseros pedazos de pan duro. Había días que, incluso tras recorrer decenas de millas, volvía a casa con las manos vacías.
Esas situaciones en las que el exhausto Peter no traía consigo nada para llevarse a la boca se habían repetido demasiado últimamente y, tras varios días de inanición, la mujer de Peter, Clara, propuso sutilmente la idea de vender la vieja bicicleta. Peter se negó ante aquella horrenda propuesta y, al día siguiente, emprendió su búsqueda con mayor ahínco pero con resultados similares.
Pasaron los días y, a pesar de alguna fructífera búsqueda, la guerra diezmaba los recursos y las posibilidades que tenía Peter de encontrarlos. Mientras, la idea de vender la vieja chatarra oxidada crecía y ya se veía como la única esperanza en aquel momento. A veces, cuando el hambre amenazaba insoportable, Clara discutía enérgicamente con Peter sobre aquella bicicleta. “¿Cómo iría hasta Whitechapel a por comida sin la bicicleta?” -pensaba Peter- pero lo cierto era que la comida ya escaseaba incluso en los barrios más pudientes de Londres y que la venta de aquella bicicleta les daría tiempo y dinero.
Peter finalmente vendió la bicicleta por una generosa cantidad de libras y de lágrimas. Unas semanas después terminó la guerra. Luego llegaron los suministros de América y el hambre dejó de ser tan común. Y Peter, Peter jamás recuperó su vieja bicicleta.

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